sábado, 11 de septiembre de 2010

ERA UN DULCE PRESAGIO (Parte I)

Era un dulce presagio

I

Caminando por lúgubres calles, a paso lento, desganado, exhausto, sin mirar a donde iba, poco a poco me alejaba del camino, perdía los recuerdos y memorias de un pasado muy distante, a cada paso la fina luz por mis pupilas penetra desapareciendo junto a una sombría noche de verano. Con la mirada caída y el cuerpo entumecido, solo espero que esto acabe pronto.

Daba ya los últimos pasos, a pocos segundos de mi destino, pero un destello fulminante acabó con mi infortunio, mis ojos no creían lo que vieron, mis cabellos se erizaron, estaba enmudecido y me vino el alma al cuerpo. Mi mente me dijo es el alba, mi instinto me dijo es tu alma, pero el alma me dijo es la musa de tus constantes plegarias.

Mi corazón explota relumbroso de fuego, llueve gracia y arde el cielo. Estaba ella de pie con una mirada generosa y altanera, sus cabellos que absorben luz a montones, irradiaban centellas ensordecedoras que estremecían mi piel, en el cauce de sus labios carmesí, se dibujaba lentamente una sonrisa embriagadora, desde lejos ya su aroma se impregnaba en mis entrañas.

Acogida en mi ser, decidí ir hacia ella, como caballero sigue a su damisela, como poeta sigue a sus palabras, al escuchar su tenue y apacible voz, mi alma irascible, llena de pesares y amarguras, se bañó con la bondad de sus palabras, yo cautivado, solo observaba el fino movimiento de esos sus labios acaramelados, mientras escuchaba los gritos de un profundo silencio que se aletargaban en un eco interminable.

Quizá se me hizo tarde, tal vez era muy temprano, pero con ella el tiempo se esfumaba como las estrellas lo hacen cuando está por llegar el sol, o como la pena lo hace cuando llega la esperanza. No importa cómo, solo sé que cada día a esa hora, en ese lugar y a su lado, la ilusión regresa, la angustia desaparece, el tiempo permanece inmutable y mi alma recupera su brillo.