jueves, 15 de septiembre de 2011

Al final de todo


Hoy pasado el mediodía, tomé el colectivo de Bolognesi rumbo a la universidad, ese día no me imaginé toparme con el conductor del auto totalmente malhumorado, yo estaba muy tranquilo ese día, además no le respondo a mis mayores por educación, bueno quien sabe si hubiese tenido otra reacción si me encontraba de muy mal humor también (probablemente no, pienso que tendría sus motivos para estar así), le pregunto al señor si tenía cambio de 20 soles, me mira a través del retrovisor algo enojado- me sorprendió e intimidó su rostro- y me responde: "No tengo, bájate". Eso me sorprendió aún más, no podía hacerle caso, tenía que llegar a mi clase de la 1 (y eran exactamente las 12.40), por otra vía y transporte me demoraría demasiado. El señor concluyó su frase, quizás al verme tan anonadado, me dijo: "bájate, apúrate, está en rojo, ve y cambia en una tienda o te quedas". Le respondí: "señor pero no se preocupe, yo bajo en la universidad, podré cambiar en la tienda de la esquina", con un tono más grave y despojado de paciencia o comprensión respondió: "no no no, entonces bájate, la gente quiere llegar rápido a su casa, ¡vienen aquí a querer cambiar porqué no lo hacen en su casa!". Maldición no quería que el señor me siga gritando, lo aceptaría si lo hiciese con fundamento, pero no lo iba a soportar más, me importaba poco llegar tarde ya. Es en ese momento donde la señora a mi lado me dice en tono bajo:

- tranquilo, yo te pago el pasaje.
- no se preocupe señora, cambiaré por ahí ya.
- el señor es un cascarrabias, seguro está molesto y se está desfogando.
- bueno igual no se moleste, veré si tengo sencillo...sí, pero solo tengo 90 céntimos, ¿podría por favor prestarme 10 céntimos?
- ah ya no te preocupes, creo si tengo...si justo, toma.
- gracias.

La señora, y otra sentada a su izquierda, siguieron hablando de sus cosas, hasta cuando más tarde 10 minutos antes de llegar a la universidad, me pregunta:

- ¿estudias ahí?
- sí señora.
- ah que bueno ah. ¿A qué hora es tu clase?, son 5 para la 1.
- Aún tengo tiempo señora, mi clase es la 1.3o (le mentí porque no quería quedar como tardón, lo sé no debí, igual estaba a tiempo).
- ah entonces tienes mucho tiempo, ¿almorzarás o ya en tu casa almorzaste?
- sí, almorcé en mi casa antes de tomar el colectivo.
- que bueno, no debes dejar de comer. ¿y qué carrera estudias?
- estudio Medicina.
- ah que bueno, si se te ve cara de chico estudioso (jajaja ¿por qué siempre me dicen eso?).
- muy bien joven, lo felicito, mis respetos por seguir esa carrera. (no me gusta que me feliciten tanto, si aún no hago nada, aún no termino la carrera, aún estoy empezando, me falta mucho).
- gracias señora.
- ¿y qué especialidad le gustaría seguir?
- me inclino más por Cardiología.
- ah del corazón, que bueno joven que bueno. Hay muchos que se enferman del corazón cada vez más. Entonces espero, que cuando termine, llegar a su consultorio y me atienda pues.

Sonreí, y ambas señoras también reían. Cuando inició la conversación, la otra señora también escuchaba atenta lo que decíamos.
Le dije:
- claro señora.

Ahí termina mi conversación con esta señora muy amable, me recordaba a cualquiera de mis dos abuelitas. Ella bajo del colectivo en la residencial, al bajar le volví a decir: "gracias señora, en serio disculpe la molestia" y me respondió: "no te preocupes hijo, a cualquiera le puede pasar, estudia y éxitos".

A todo esto quiero decir que me alegra que aún existan personas dispuestas a ser solidarias con otras a quienes no conocen, y que necesitan, sea significante o no, alguna ayuda. Gracias señora por este recordatorio, es una lección que me gustó saber de nuevo. La espero en mi consultorio algún día, espero que me recuerde porque yo si lo haré.


Aldo Ríos Flores

domingo, 4 de septiembre de 2011

Huérfano de nombre por naturaleza


Y de repente se me antojan unas olas y un buen vino,

algo de chocolate y en seguida su boca,

un poco de calor a plena luna

mucha arena jugando en sus dedos,

y unos ojos para nuestros corazones desnudos.



Luego cuando el límite de mar y cielo,

se pierden en su mirada,

oigo resonar su latente corazón en mi espalda,

donde su aliento opaca a la suave brisa,

mi mente deja la cálida arena,

y se pierde en un sinfín de dimensiones.



Autores: Amapola y Octavio