Parte I: El caído entre la arena y la luna
Desperté
con la más fría sensación, con una terrible cefalea y con un extraño sabor que
solo la arena puede dar. Me preguntaba por cuánto tiempo habría perdido la
consciencia, lo último que recuerdo es la brava tormenta que azotó mi velero en
una noche que prometía iba a ser tranquila, al parecer la naturaleza me ha
ganado, ¡no puede ser! Estaba seguro de que yo le iba a ganar, muy seguro.
Ahora
me encuentro aquí en una desconocida isla, con un conocido mar y con un siempre
inconfundible atardecer; esos en los que cuando el sol se oculta pareciera que
va incinerando todas las nubes en el horizonte, y al final, terminas viendo una
pintura celestial bañada en rojo fuego.
Llevo
aquí más de un mes, no pierdo la cuenta de los días, ni pierdo la fe de ser
encontrado pronto. Extraño a todos y extraño todo, absolutamente todo lo que
tenía en mi vida, ahora me pregunto si lo que me trajo hasta aquí es solo una
mera casualidad o consecuencia del destino que yo tomé con mis propias acciones
al salir del último puerto.
Es
el tercer mes y ya me aventuré hace varias semanas a conocer la isla, ya que
los recursos de la costa no me abastecían lo suficiente. Puedo decir con mucha
confianza que la conozco muy bien, al norte de ella se encuentran los mejores
frutos que haya probado en mi vida, hacia el este el agua más cristalina y
clara en la que haya nadado, hacia el sur están los vientos más melodiosos que
haya oído pero también los más gélidos y hacia el oeste los árboles y flores
más frondosos y bellos que hayan visto mis ojos hasta ahora.
Ya
han pasado nueve meses, sigo esperando la señal de algún barco o bote, el
sonido de las hélices de algún helicóptero de rescate o el motor de alguna
avioneta que venga por mí, pero nada, nada. Tengo la suerte de tener algunas
cosas que salvé de mi mochila, la cual quedó toda destrozada al igual que mi
velero, un par de lápices de dibujo y un cuaderno para ello, debo decir que mi
estilo va mejorando día a día, al final es cierto que la práctica hace al
maestro, ¿o no?
Hoy
se cumple el año y dos meses desde que he llegado a esta maldita isla, si antes
parecía agradarme estar aquí, ahora es todo lo contrario, lo detesto, pero me
di cuenta de algo importante, no es la isla, soy yo, todas las cosas que he
estado haciendo, solo han sido formas de escapar de la realidad en la que me
encuentro, pero me niego, ¡me niego a aceptar que ya no seré salvado y que solo
existo o existiré para morir aquí sin un fin y totalmente solo!
Estos dos largos años han sido difíciles, actualmente estoy más calmado, comprendí que había perdido hace mucho tiempo la costumbre de estar con mi soledad, parecía un novato que no sabía qué hacer con ella, sí; me sentía demasiado derrotado, y sí; a cada momento me sentía muy desolado, sí; también sé que necesitaba ayudaba con urgencia y que también la necesito todavía, porque todo lo que siento no iba a desaparecer.
Entendí
que lo único que hacía falta era redescubrirme en mi soledad, pues recordé que
hace tanto había aprendido mucho con ella; gracias a ella conozco mis virtudes
y defectos, con ella alcancé mis límites para luego superarlos y sobretodo que
cuando estando solo aprendes a ayudarte, aceptarte y conocerte, y cuando lo
logras, podrás hacer todo eso con los demás, después de todo ¿quién puede
ayudar a los demás si no se ayuda a sí mismo? ¿quién puede aceptar a los demás
si no se acepta a sí mismo? ¿y quién podrá conocer a otra persona si no ha
terminado de conocerse a sí mismo? De lo menos no se da lo más, nadie puede dar
lo que no tiene internamente.
Y
estoy aquí, desconociendo nuevamente lo que la vida aguarda para mí, al final
eso es lo genial de ella, si supiéramos lo que nos espera no habría sorpresa,
no habría emoción, y si lo que nos esperase fuera solo dolor o sufrimiento, por
nuestra naturaleza humana la evitaríamos de cualquier manera, y por miedo a
perder algo, no lo ganaríamos todo…