Nuestra actitud ante los familiares, los amigos, las personas en general, la vida en su conjunto, define nuestro éxito o fracaso.
Muchas gentes no nos conocen, y es bueno que nos conozcan, pues en conocernos radica el crecimiento de las relaciones humanas.
La carta ideal de presentación es esa espontaneidad expresiva que nos brota del corazón cuando hacemos los saludos.
Es un desafío a la inteligencia conocer a nuevas personas. Y también es un desafío pensar que podemos influir positivamente en su ánimo a través de nuestras palabras y de nuestra conducta.
Muchos individuos amanecen con el disgusto en el rostro, y van con la cara descompuesta al trabajo, y apenas saludan a sus compañeros de tarea. Resulta indispensable, sí, dije bien, indispensable, bajar la dosis de mal humor, pensando que estamos hechos para el trabajo, que en sí mismo es una causa de vida.
Cuando tú generes a tu alrededor un clima de camaradería, te sientes bien pagado. No es precisamente el dinero lo que eleva las luces de nuestra energía, sino esa cálida comunicación con los demás, quienes ven ti a un ser distinto, afable, competente en razones anímicas.
A veces vas a pedir trabajo, y te presentas, ¡ay de ti!, mal vestido. Y otras veces no hueles bien. “Como te ven te tratan; si te ven mal te maltratan”. La ropa que tienes puesta define tu personalidad.
Y ni qué hablar de la higiene. Y de las ganas que tienes de trabajar con el esmero que necesariamente debes poner en las diversas circunstancias.
La disciplina es la carta del éxito. Si pudieras despertarte todos los días con el pensamiento de que hoy puede ser un gran día, de hecho lo será. Mira que todo lo puedes ganar y conquistar para tu bien, si tienes talento.
El motivo del fracaso de muchas personas que acumulan planes sin concretar es que tienen una actitud triste, desabrida y derrotista ante las circunstancias.
Existen momentos de crisis. Esos momentos deben ser tomados con serenidad y sabiduría, sabiendo que uno puede convertirlos en vientos a favor.
Hay que insistir en el optimismo. Aun cuando alrededor la gente esté cabizbaja, y no se escuche más que noticias desagradables en torno a las actuaciones de los políticos.
Los políticos deben tener una actitud de entrega hacia el prójimo. Trabajan para nosotros. Son nuestros asalariados y nos deben el mayor respeto.
No pueden, no deben alzarse con nuestro dinero. Es su deber crear fuentes laborales para que el incremento económico en la sociedad nos beneficie a todos.
Pero a mí me interesa mucho usted. Por eso escribo esta columna. Deseo que cancele toda tristeza que quiera venir contra sus fuerzas. ¿De qué le vale estar triste? Explíqueme.
El problema está ahí, y usted, con su tristeza, no varía un ápice la situación. No se entremezcle con los malhumorados. Marche a paso de justicia y confianza.
Que los demás lo describan como a una persona a quien sería bueno tener como amigo. No se deje llevar por las malas noticias porque la vida tiene tantas novedades y sorpresas hermosas.
Busque la solución a sus problemas en el plazo de veinticuatro horas. Confíe en Dios.
Blog de Delfina Acosta: http://delfinaacosta.blogspot.com