domingo, 4 de septiembre de 2011

Huérfano de nombre por naturaleza


Y de repente se me antojan unas olas y un buen vino,

algo de chocolate y en seguida su boca,

un poco de calor a plena luna

mucha arena jugando en sus dedos,

y unos ojos para nuestros corazones desnudos.



Luego cuando el límite de mar y cielo,

se pierden en su mirada,

oigo resonar su latente corazón en mi espalda,

donde su aliento opaca a la suave brisa,

mi mente deja la cálida arena,

y se pierde en un sinfín de dimensiones.



Autores: Amapola y Octavio

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