Y de repente se me antojan unas olas y un buen vino,
algo de chocolate y en seguida su boca,
un poco de calor a plena luna
mucha arena jugando en sus dedos,
y unos ojos para nuestros corazones desnudos.
Luego cuando el límite de mar y cielo,
se pierden en su mirada,
oigo resonar su latente corazón en mi espalda,
donde su aliento opaca a la suave brisa,
mi mente deja la cálida arena,
y se pierde en un sinfín de dimensiones.
Autores: Amapola y Octavio
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