Era un dulce presagio
II
Ahora deambulando por las sendas que me llevaron a ella, contemplo con esmero cualquier augurio que me dirija a su noble presencia, un tanto inquieto pero indescriptiblemente dichoso, camino sin cesar, buscando ser empapado de su divino resplandor, y demandar por fin mi innegable redención.
Desafortunado, renegando de mi suerte, no percibía rastro de su existencia, incitando a mis pies a continuar, poco a poco eran colmados de la carga de mis penas, solo sanados por la más fina hebra de memoria que tengo de ella, mientras divagaba en mis más densos pensamientos fantaseando volvérmela a topar.
Mi fortuna ha cambiado, nuestros caminos han tropezado, no es un sendero el que ella sigue, por eso no la hallaba, no está limitada por nada ni nadie, es un alma libre, espontánea, generosa, dulce, determinada e impetuosa, logra sin duda contagiarme de tanta esperanza y cada día corromperme de ilusión.
Lenta y apaciblemente consigue implantarse dentro mi esencia, ahora está no solo en mis pensamientos, también en mis recuerdos, mis sueños, mis ideales, mis convicciones, ¡en la vida misma! Me ha atrapado definitivamente en un cosmos de imperecedera y seductora confianza.
Indiscutiblemente se ha convertido en mi musa soñadora, ¿cómo y cuándo fue que logró infectarme tan ágilmente con tal luminosa esperanza, si tan solo se han topado nuestras rutas escasas oportunidades? La respuesta está en esos sus ojos, ojos que emanan misterio y verdad, ojos que al ser contemplados te pierden en un sinfín de emociones, que explosionan en mil colisiones, ojos...que te envuelven de esperanza.
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